“PAPIS, NO OS VAYÁIS…”:
Septiembre, primer día de curso, el verano ha terminado, volvemos al trabajo… y a las clases.
Esta situación, que podría parecer de lo más normal del mundo y la vuelta a la rutina tras los días de descanso, es un momento muy especial, y en ocasiones traumático para algunos de nuestros “pequeños”.
Si analizamos el crecimiento y evolución del ser humano, hasta los 8 meses no somos conscientes de lo que es seguro. Carecemos de ese sentido que nos indica lo que es o puede ser normal o peligroso.
De los 8 a los 14 meses, comenzamos a experimentar miedo cuando conocemos a personas hasta entonces desconocidas o visitando lugares nuevos.
El niño con trastorno de ansiedad por separación siente un gran dolor al dejar su casa o al separarse de las personas a las que está apegado.
La situación vivida por la pandemia y la disminución de relaciones sociales y contactos con iguales (parques, lugares de ocio…) en este tiempo, no han hecho sino empeorar y hacer más difícil el momento ante la ausencia de esa figura de referencia y seguridad para el niño.
Durante las despedidas, con frecuencia se producen escenas dramáticas especialmente dolorosas para los padres y para el niño.
El pequeño frecuentemente suplica y llora con tal desesperación que el padre o la madre no puede marcharse, prolongando la escena y haciendo que la separación sea todavía más difícil, creándose así un círculo vicioso.
A menudo es normal desarrollar síntomas orgánicos, como dolores de cabeza o de estómago.
Si nos vamos al diagnóstico en sí de este problema, el “Trastorno de Ansiedad por Separación en la Infancia” (TASI) se diagnostica si los síntomas duran al menos un mes y causan un deterioro funcional importante. Sus características principales son:
A.- Relacionándolo con la ansiedad normal ante cambios en el desarrollo o ante cambios vitales (p. ej. de domicilio): la intensidad de la ansiedad es muy alta y produce alteración social grave. Típicamente se diagnostica en mayores de 6 años (en menores es normal cierto grado de ansiedad por separación).
B.-En segundo lugar hay que diferenciarlo de otros trastornos con síntomas similares (con los cuales, no obstante, a veces puede haber comorbilidad):
Fobia escolar: la ansiedad ante la separación del entorno familiar no se asocia únicamente a la asistencia al colegio, sino también a cualquier actividad que sea incompatible con la presencia paterna (p. ej. fiestas o estancias en casa de compañeros), o a que éstos se ausenten de su lado (por viajes, trabajo, etc.). En cambio, los niños con fobia escolar pueden estar tranquilos en lugares diferentes de la escuela, sin necesidad de la presencia de la figura de apego en dichos lugares. En la fobia escolar hay una situación concreta de la escuela a la que se teme (acoso por compañeros, hiperexigencia de profesores…).
Trastorno de ansiedad excesiva o generalizada: en el TASI la ansiedad se relaciona en exclusiva con las situaciones que suponen separación de la figura de apego (no obstante hay comorbilidad en 20-30% de casos)
Fobias simples o específicas (insectos, oscuridad, etc.): a menudo se asocian al TASI pero el cuadro clínico es más variado e incapacitante para su vida diaria, y típicamente solo en situaciones de separación de la figura de apego
Fobia social: en el TASI la ansiedad se relaciona con la separación de figuras de apego y no con la exposición a la valoración ajena, y en la fobia social la presencia de figuras de apego no reduce el miedo a dicha exposición
Depresión mayor: aunque las cifras de comorbilidad son altas, el TASI suele preceder a la depresión y es rara la intención suicida.
Trastornos generalizados del desarrollo o trastornos psicóticos: la ansiedad por separación en estos trastornos es un síntoma accesorio, estando presentes síntomas más típicos de estos trastornos (alteraciones en lenguaje, interacción social, ideas delirantes, etc.) de los que carece el TASI.
Ofrecemos aquí algunos consejos para hacer frente a la ansiedad por separación:
- Optar por despedidas rápidas: Debe ser siempre breve y simple. Si se prolonga la despedida, también se prolonga la transición y la ansiedad puede ir en aumento.
- Ser congruente: Intentar establecer la misma rutina haciendo las mismas cosas a la misma hora todos los días para evitar así los factores inesperados. El tener una rutina puede ayudar a su niño a sentir menos angustia y al mismo tiempo permitirle ganar confianza en su independencia y ganar en confianza.
- Atención: Al separarse de su niño prestarle toda nuestra atención, amor y afecto. Luego, despedirse rápidamente a pesar de sus trucos, artimañas y llanto para intentar que nos quedemos a su lado.
- Cumplir nuestra promesa de regresar. Podemos pensar que, ya que hemos conseguido separarnos, aunque le haya dicho que voy yo a buscarle, aprovecho para hacer cosas y que vaya otra persona, o retrasar en exceso nuestro regreso. Todo ello puede hacer que el niño experimente inseguridad y no nos crea la próxima vez.
- Ser muy claro, al estilo de un niño: Cuando hablemos de nuestro regreso, darle detalles específicos que el niño entienda. Si sabemos que vamos a regresar a las 14:00, decírselo en términos que entienda, por ejemplo: «Regresaré después del recreo y antes de la comida». Definir el tiempo de manera que él lo pueda entender. Hablarle de nuestro regreso de un viaje en términos de las veces que él va a «dormir». En lugar de decir, «Estaré en casa en 3 días «, diga: «volveré a casa después de que duermas 3 noches».
- Practicar la separación: Llevar a los niños a casa de los abuelos, sacar tiempo para que juegue con sus amigos, dejar que sus familiares y amigos le cuiden al niño (aunque sea por una hora) durante el fin de semana. Antes de comenzar el colegio, practicar o ensayar ir al mismo y su rutina para la despedida mucho antes de que tengan que separarse.
- Hablar con tu hijo en un tono tranquilo y positivo: Hay que hacerle saber lo que sucederá mientras tú no estés, con quién estará y todas las cosas divertidas que podrá hacer. Incluso si sientes que tu hijo es demasiado pequeño para comprender, tu tono y actitud positiva enviarán un mensaje tranquilizador.
- Facilitar la separación: Deja a tu hijo con su peluche o juguete favorito.
- Organizar una actividad: Involucra a tu hijo en una actividad divertida cuando llegue la persona que lo cuidará.
- No desaparezcas sin avisar: Aunque es posible que desees desaparecer rápidamente, hacerlo puede confundir a tu hijo cuando se dé cuenta de que te has ido.
- Haz que tu adiós sea breve. Siempre que dejes a tu hijo en casa o en algún lugar, que sea breve la despedida. Si te muestras ansioso o vuelves para darle un abrazo o beso más, puedes preocupar innecesariamente a tu hijo.
Un camino de 1000 kilómetros, comienza con un primer paso… No te sientas hundido ni te vengas abajo si al principio es complicado, piensa que estás ayudando a tu hijo a comenzar ese viaje (la vida) y a que sea capaz de ganar en confianza, seguridad y autoestima.